+ En memoria de Laura Bolaños Cadena, "Vive aún después de haber partido".
Fundadora de la Limeddh, se convierte en parte de nuestra alma e impulso. Abrazamos muy fuerte a todos los familiares y amigos queridos. Gracias por tu legado.
Fundadora de la Limeddh, se convierte en parte de nuestra alma e impulso. Abrazamos muy fuerte a todos los familiares y amigos queridos. Gracias por tu legado.
Laura un reencuentro de grandes emociones por la vida y los derechos humanos. Pilar de nuestra organización.
LIGA MEXICANA POR
LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS (LIMEDDH)
Laura
Bolaños Cadena
No pretendo hacer una historia de
la LIMEDDH con fechas y documentos. Presento una serie de relatos sobre los
acontecimientos más importantes acaecidos en el tiempo en que fui
vicepresidenta de la Liga. Es una presentación de quienes tomamos parte en el
trabajo y el carácter y la forma de actuar de esta Ong ante los diversos
problemas y conflictos que enfrentamos, así como mostrar la gravedad de la
situación por la que entonces atravesaba nuestro país en el tema y que aún
continúa.
En 1984 un grupo
de personas cuyos caminos se habían cruzado por la militancia en diversas
organizaciones democráticas, de solidaridad con los pueblos y adhesión a causas
justas, decidimos reunirnos y aportar esfuerzos por contribuir a mellar el
autoritarismo oficial y las continuas violaciones a los derechos humanos; la
existencia de presos políticos, desapariciones, asesinato de activistas
sociales, persecuciones políticas y otras que se venían cometiendo desde el
sexenio de Gustavo Díaz Ordaz. Se sistematizaron con Luis Echeverría Álvarez y
José López Portillo, y continuaban con Miguel de la Madrid en el poder.
Existían
en esos momentos el Comité Nacional por la Defensa de los Presos Políticos
fundado por Rosario Ibarra de Piedra y el Comité Nacional Independiente con los
mismos fines dirigido por el Dr. Felipe Martínez Soriano y su esposa Josefina
Martínez, pero no había todavía ninguna organización dedicada de manera específica
a la defensa de los derechos humanos. No estábamos enterados de que de forma
casi simultánea se había configurado La Liga Mexicana de Derechos Humanos A.C.,
LIMEDAC, impulsada al parecer con vínculos estrechos en Secretaría de
Gobernación. Nos inspiramos en los lineamientos de la Federación Internacional
de los Derechos Humanos, (FIDH), con sede en París, Francia, que funcionaba desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial. El Dr. Victorio de la Fuente Estupiñán
había tenido contacto con ella, y de él partió la idea de convertirnos en la
filial mexicana. Con esos principios, el 27 de marzo de 1985, nos constituimos
formalmente como Liga Mexicana por la
Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh). Solicitamos el ingreso a la FIDH.
Para alcanzar el
reconocimiento por parte de este organismo internacional, era necesario demostrar
trabajo en el terreno de la lucha por los derechos humanos, y probar la
independencia tanto respecto del gobierno mexicano como de cualquier movimiento,
partido u organización política.
La
Limeddh se integró en principio por seis personas: el Dr. Victorio de la
Fuente, el pintor y escultor Miguel Hernández Urbán, la M. en Ciencias Rosa
Marta Fernández, el Lic. José Luis Romero y Velázquez y yo, escritora y
periodista. Nos repartimos los cargos para desarrollar el trabajo: Victorio fue
nombrado presidente, yo vicepresidenta y los otros vocales y secretarios.
Confiábamos que, como sucedió, pronto podríamos reclutar a más personas.
La
organización se fundó en mi casa de la colonia Roma, en la calle Guadalajara
número 68, pues no teníamos recursos para pagar un local. Yo ya estaba viuda;
mi hijo mayor estudiaba en Alemania y la menor se había casado. Conmigo vivía
sólo el segundo de mis vástagos, así que no tenía inconveniente. De paso
contábamos con mi número telefónico y con mi secretaria para mecanografiar
documentos.
En
cuanto nos constituimos dimos aviso de nuestra existencia a los dos comités de
defensa de los presos políticos a fin de mantener relaciones cordiales con las
organizaciones cuyos objetivos eran en parte afines a los nuestros; a
organizaciones de colonos del D.F. y a organizaciones campesinas de los estados
de Hidalgo, Veracruz, Oaxaca y Chiapas. Éstas eran conocidas del Dr. De la
Fuente por su trabajo en el campo en servicio social como médico egresado de la
Escuela de Medicina Rural – hoy Escuela de Medicina- del Instituto Politécnico
Nacional, creada en principio para dar atención al campo y a las comunidades
pobres del Distrito Federal.
El
campo mexicano, de siempre, ha sido muy golpeado por los caciques, la policía,
el ejército y la Confederación Nacional Campesina, la CNC, sector del partido
oficial, el PRI, creada para controlar a los agricultores. En el campo habían surgido desde los años 60s a los 80s movimientos de
oposición armados de los que aún quedaban restos. La CNC era utilizada, y
todavía se la utiliza, como fuerza de choque contra la resistencia campesina. La
creación de la Limeddh fue muy bien recibida por las organizaciones civiles de
estos sectores y de ellas recibimos las primeras denuncias.
En
esa primera etapa había muchos obstáculos. La mayoría de la gente, incluso de
quienes se acercaban para integrarse a la Liga, no tenían clara la cuestión de
los derechos humanos. Pocos entendían que se trata de confrontar con el
incumplimiento de sus propias leyes a un gobierno que se dice democrático y en
la práctica está violando los derechos humanos, que no son otra cosa que las
garantías constitucionales de la población. En el acto despertamos fuerte
antipatía por parte de las autoridades cuando empezamos a denunciar las
torturas y malos tratos a los detenidos. Reclamábamos que nadie debe ser
torturado; así se trate del peor de los delincuentes se le debe enjuiciar y
castigar de acuerdo a los resultados de la investigación, después de un juicio
y respetando todos los derechos y garantías que le concede la ley. Pero esto
iba contra los “usos y costumbres” de las autoridades judiciales, en especial
de la policía, que en vez de investigar, torturaba para obligar al detenido a
autoinculparse y con eso consideraba cumplido su trabajo. Este abuso, que
todavía persiste, se incrementó a grados muy elevados durante la “guerra sucia”
para los detenidos por motivos políticos o simples sospechosos, pero luego se
convirtió en hobby de los policías,
que torturaban hasta a viejitas detenidas por faltas administrativas, por lo
que nuestras denuncias los encolerizaban. Nos atacaron difundiendo la versión
de que la “supuesta” defensa de los derechos humanos sólo era una forma de defender
delincuentes.
Pero
tampoco algunas de las personas que se nos acercaban para integrarse a la Liga
sabían diferenciar nuestra materia de trabajo, y confundían a veces los
derechos humanos con los delitos comunes y nuestra intervención con una ayuda caritativa.
Fue necesario explicar e insistir en que los derechos humanos son las garantías
que nos otorga la ley, y quienes los
violan son las autoridades al no respetar la ley. Los delitos comunes no tienen
nada que ver con nuestros fines ni tampoco las ayudas caritativas, pero esto
tardó en entenderse.
Empezamos a
fundar filiales en algunos estados. Una de las personas que se añadieron a
nuestro trabajo, la más notable de ellas, fue una mujer excepcional, doña Chabe.
Vivía en la ciudad de Oaxaca, y trabajando como cocinera en el mercado, sacó adelante
a sus tres hijos ella sola, pues enviudó muy pronto. Para esas fechas, su hija,
que se había casado, le había dado varios nietos que ya eran jóvenes. Al hijo mayor
y al segundo pudo costearles la carrera de maestros. Trabajaban en escuelas del
estado.
Chabe tendría
poco más de 60 años, era bajita, el cabello blanco recogido en trenzas; usaba un
impecable delantal sobre el vestido y calzaba sus pies desnudos con zapatos sencillos,
bajos, negros. Nunca se puso medias ni calcetas. Detalle muy importante: llevaba
siempre una bolsa de Ixtle, de las que usaban las amas de casa para cargar el
mandado, llena de papeles: denuncias, recortes de periódico, cartas y
documentos. Era un dínamo de energía. Empezó a ocuparse de los presos políticos
de Oaxaca inducida por sus hijos, muy metidos en el movimiento del magisterio. Ella
nos conectó con el obispo de Chiapas, don Samuel Ruiz, con quien había acudido
en ocasiones en busca de apoyo. Se presentó en la Limeddh solicitando apoyo
para el magisterio, le gustó nuestro trabajo y se integró como filial de
Oaxaca.
Entre
las primeras denuncias recibidas de hechos muy graves estuvieron las del Frente Democrático Oriental de México “Emiliano Zapata”, FEDOMEZ, formada por campesinos de las Huastecas
hidalguense y veracruzana, quienes se habían constituido para defenderse de los
caciques de la región, la policía y el ejército. Durante las luchas por los
abusos caciquiles, en una ocasión le dispararon desde un automóvil a un grupo
de campesinos que estaban concentrados al borde de la carretera. Asesinaron a
catorce de ellos. Decidieron romper sus cadenas y seis mil hombres, machete en
mano, ocuparon las tierras del enorme latifundio ganadero. Las autoridades de Hidalgo y Veracruz
decidieron no responder con las armas, pues hubiera sido necesario masacrar a
demasiada gente. Los dejaron hacer en apariencia, pero mantenían las
comunidades cercadas y las hacían objeto de constantes agresiones. Policías y
pistoleros de los caciques merodeaban por los alrededores disparando contra los
campesinos. Con frecuencia los encarcelaban. En medio de esa lucha los
agricultores se mantuvieron trabajando la tierra, mejorando las comunidades y
su forma de vida y aun teniendo el valor de ir en comisión a quejarse ante las
autoridades de las agresiones de que los hacían objeto. En sus demandas encontraron
el apoyo de la Limeddh, cuyos representantes los acompañaban a las gestiones y
hacían la denuncia internacional de los hechos a través de la FIDH, lo que
molestaba mucho al gobierno mexicano. También lo publicaba en mis artículos en
el periódico El Universal y en la revista ¿Por Qué? donde yo colaboraba.
Teníamos
mucho interés en convertirnos en la filial mexicana de la FIDH por lo que eso
significaba de apoyo para nuestra lucha. En ese tiempo la FIDH, presidida por
un abogado francés, don Daniel Jacoby, era la única organización internacional
de derechos humanos. (Además
de AI). Trabajábamos con pasión, cada vez más convencidos de la justeza
de la tarea que estábamos realizando. Nos enteramos de que apenas muy poco
después de nosotros, un individuo de cuyo nombre no me acuerdo, un tal
licenciado Noséqué, (Armando
Vázquez Garibay) había solicitado ser reconocido como la filial en
México. Bueno, pues a ver quién gana el
nombramiento, nos dijimos. Nosotros confiamos en nuestro trabajo.
Casi
todas las denuncias que recibíamos provenían del campo. Sin contar con las
víctimas de la represión política, era ahí donde se producían los mayores
atropellos. Recuerdo una ocasión en que estábamos empezando la reunión cuando llegaron
dos campesinos de una comunidad de Hidalgo con una carta que añadí a otros
papeles que íbamos a examinar. Los invitamos a sentarse con nosotros. Mientras
los demás compañeros de la Liga hablaban de asuntos de rutina, empecé a hojear
el documento. Como era de esperarse, se trataba de una denuncia. Relataba que
una tarde se había presentado en la comunidad un piquete del ejército exigiendo
información sobre la yerba y
preguntando por armas, que los campesinos no tenían. Fueron casa por casa
deteniendo hombres al azar. Se llevaron a seis. Pasaron por una vivienda donde,
sentado en el exterior, estaba un muchacho escuchando su grabadora. También se
lo llevaron. Luego detuvieron a otros cinco. Sacaron a todos de la comunidad y
a unos quinientos metros soltaron a varios y algo más adelante fusilaron a los
demás. Casi di un grito.
En
seguida todos me prestaron atención. Les leí la denuncia y se quedaron como yo,
estupefactos. Aquello parecía increíble. La carta estaba firmada y sellada por
las autoridades de la comunidad. ¡Pero…! ¿Ya hicieron ustedes la denuncia al
gobierno del estado, preguntamos? ¿A las autoridades militares? Ya fuimos a
todas partes, lo primero al cuartel de la zona, luego a la policía, al gobierno
del municipio, al gobernador. ¿Y qué pasó? En todas partes nos recibieron los
papeles, pero no pasó nada. Tratándose del
ejército no hay protesta que valga. Por eso venimos con ustedes, para que
se haga la denuncia internacional. Por supuesto que se hizo y la FIDH la turnó
al gobierno mexicano. La respuesta muy atenta fue que “se iba a investigar”.
Tampoco pasó nada.
UNA VISITA MUY ESPECIAL
En esos años Guatemala
sufría gobiernos militares que desataron violentas represiones contra
trabajadores y campesinos que resistían al despotismo. Estos gobiernos
encarcelaban y asesinaban trabajadores y opositores de toda clase, pero en el
campo cometían un verdadero genocidio contra las comunidades indígenas mayas. El
pretexto era la “lucha contra el comunismo”. Miles de estos campesinos se
refugiaban en México huyendo de los kaibiles,
soldados del régimen encargados de asesinarlos para arrebatarles sus tierras y
aterrorizar a todos para que no resistieran. Los campesinos mexicanos, mayas
también, recibían y ayudaban a los guatemaltecos compartiendo con ellos su pobreza. Don Samuel Ruiz, el
obispo de Chiapas, los apoyaba en lo posible.
Un
día nos llegó a la reunión un personaje enviado por don Samuel. Era un hombre
cuarentón, alto, vestido de negro, con tipo de español que no desmintieron su
acento y la vehemencia de su temperamento. Dijo ser sacerdote y haber residido
en Guatemala, en una comunidad campesina, durante más de veinte años. Llegué
con otros sacerdotes españoles recién ordenados, explicó. Acabábamos de salir
del seminario cuando el gobierno de Castillo Armas le pidió a Franco el envío
de misioneros para enviarlos al campo guatemalteco “a salvar a los indios del
comunismo” que los estaba ganando. Nos ofrecimos como voluntarios. Aclaró: Yo
provengo de familia franquista. Mis padres fueron fundadores de Falange. Vine
como los otros, muy entusiasmado por la tarea de convertir a los indios. Y
luego de ganar su confianza y convivir con ellos un tiempo instruyéndolos en la
religión, lo que aceptaban con gusto, nos dimos cuenta de la verdad. Aquí no
hay comunismo ni Dios que lo fundó, dijo con su tono fuerte, vehemente, lleno
de pasión: Aquí lo que hay es una injusticia del carajo. Y en lugar de que
nosotros convirtiéramos a los indios, los indios nos convirtieron a nosotros.
Esto
no se hace, prosiguió, sin fuertes luchas internas. Noches enteras de rodillas
ante el altar llorando. Pero al fin comprendieron que estar con ellos era poner
en práctica los principios de justicia y amor al prójimo de la doctrina
cristiana. Entramos a la lucha convencidos de que no contravenimos la religión
que fomentábamos entre ellos. Soy un sacerdote raro, dijo, porque tengo mujer.
Estoy convencido de que la mayoría de los sacerdotes son unos santos, pero
todos tienen mujer. Y nosotros también luchamos por que esto sea reconocido
abiertamente, no tiene por qué ser clandestino. Tengo dos hijas. Una es de mi
sangre, la otra es hija de mi cocinera que murió en el incendio de la embajada
española.
Hacía pocos años
que militares guatemaltecos habían lanzado granadas incendiarias a la embajada
española en Guatemala. Iban persiguiendo a un grupo de indígenas de la
comunidad donde residían los sacerdotes
españoles, que habían ido a refugiarse ahí y a denunciar las atrocidades de su
gobierno. Los implacables perseguidores no tuvieron empacho en atacar la
representación diplomática. Murieron los indígenas y todo el personal de la
embajada. Se salvó el embajador porque estaba ausente. España rompió relaciones
que tardaron años en reanudarse. Yo estoy aquí en México, continuó, porque los
indios me obligaron a huir de la comunidad. Padre, me exigieron, te queremos
vivo. Si no hubiera sido por la presión de ellos, me habría quedado allá a
seguir en la lucha. Nos hizo una advertencia de parte de don Samuel Ruiz: que
tuviéramos cuidado con el tal licenciado Noséqué. Es agente de Gobernación y
trata de infiltrarse en el movimiento de derechos humanos.
Estábamos
absortos, pendientes de sus palabras. Habríamos querido seguir oyéndolo, pero
debía irse. No nos enteramos de su nombre y no volvimos a saber de él.
AUTORIDADES CLASISTAS Y RACISTAS
En
ocasiones fuimos testigos del trato ignominioso de las autoridades a los grupos
indefensos, especialmente a campesinos y a gente pobre de las ciudades. En una
ocasión acompañé a un grupo de mujeres que habían sido desalojadas de terrenos
baldíos, en la periferia del D.F., que habían ocupado por carecer de vivienda.
Tras corto tiempo, las modestísimas construcciones que habían levantado fueron
destruidas por la policía con trascabos y sus humildes cosas decomisadas sin más
ni más. “Se llevaron hasta las estufas con las ollas y la comida a medio
preparar”, me dijeron. Estaban conscientes de que ocupaban ilegalmente los
terrenos, pero al menos querían recuperar sus pobres pertenencias.
El
funcionario que nos recibió en la secretaría de Gobernación, individuo alto,
bien parecido, muy blanco y bien trajeado, las trató con gran despotismo
regañándolas. Ellas aceptaron que los terrenos ocupados no les pertenecían.
“Pero nuestras cosas, licenciado. Se llevaron hasta sarapes, ropa, dinero,
nuestras estufas…” “Eso, señoras, les contestó el individuo, es botín de
guerra”. Lo publiqué en mis colaboraciones como hacía con casi todos los casos
y enviamos la denuncia fuera.
Otra
vez Rosa María Fernández y yo acompañamos a unas campesinas indígenas ante las
autoridades de un municipio hidalguense, a denunciar al ejército que había
entrado a su comunidad disparando y cometiendo atropellos. Nos atendió- o
desatendió- un funcionario blanco, algo grueso, de fuerte presencia. Las
mujeres bajitas, delgadas, tímidas, varias de ellas ancianas, iban acompañadas
por un muchacho. A ver, tú, acércate. ¿De qué vienes a quejarte? La anciana,
atemorizada, empezó a hablar en náhuatl. Háblame en castilla, le ordenó
prepotente. Sí sabes, sí sabes. Lo que ella quiere decirle… intervino el
muchacho. ¡Tú cállate! , casi le gritó el funcionario. A mí me dijeron que
venían unas mujeres a quejarse. A ver, tú, habla. Con trabajos, atropellándose,
las mujeres comenzaron a relatar la entrada del ejército. Llegaron disparando.
¡No, no creo que hayan llegado disparando nomás porque sí! Seguro que ustedes
le dispararon primero. No, ellas dicen que… intentó de nuevo el muchacho. ¡Si
vuelves a hablar, te saco! Luego le dictaba lo que quería a una secretaria que
levantaba el acta con gran pereza. Una pareja de edad indefinida- pronto
parecen viejos por la desnutrición y las malas condiciones de vida- se acercó
con aire de quien va a mendigar un inmerecido favor. ¿Ustedes qué?, preguntó el funcionario. Venimos a
decirle que ese día que el ejército entró disparando, le dieron a nuestro niño
de un año… y lo mataron. A ver, ¿dónde está el cadáver? No, pues… como hace
diez días, ya lo enterramos. ¡A mí no me vengan con cuentos! ¡Ésas son puras
mentiras!
Nosotros
dos, como derechos humanos, no debíamos intervenir. Nuestro papel era ser
testigos de los hechos y presentar después un informe a las autoridades y a la
FIDH. Al despedirnos del tipo, Rosa María no se contuvo. Lo felicito, le dijo,
es usted muy hábil. No sé si el sujeto entendió la ironía.
EL NOMBRAMIENTO
En
el congreso de la FIDH de 1989, celebrado en París, Francia, nuestra Limeddh
recibió oficialmente el nombramiento como filial mexicana de la organización
internacional, lo que para nosotros fue un gran triunfo. Fuimos invitados el
Dr. De la Fuente y yo, y se reconocieron nuestros cargos.
En
París tuve el gusto de conocer a Cristina Prum, compatriota que se vio obligada
a exiliarse en Francia, perseguida por el gobierno mexicano a raíz de haber
tomado parte en el movimiento estudiantil de 1968. Ahí formó familia casada con
un francés del que tenía dos hijas. Mantenía lazos con la FIDH y era amiga de
doña Chabe. Tenía un buen negocio: un pequeño restaurante de comida mexicana
que marchaba de lo más bien, entre la estupenda comida y el don de gentes de la
propietaria. Nos hospedó en su casa y nos obsequió con sus atenciones y con su
gran simpatía.
Cada
vez que iba a Francia, Chabe le llevaba una buena cantidad de encargos de
condimentos mexicanos: mole, chocolate de Oaxaca, tortillas, salsas
embotelladas, chiles enlatados, etc.
EL MOVIMIENTO DE LA UABJO
En
la segunda mitad de los setentas, el gobierno del estado enfrentó un fuerte
conflicto con la Universidad Nacional Autónoma Benito Juárez, de Oaxaca. (UABJO).
Quería imponer un rector, pero la base estudiantil había elegido para el puesto
al Dr. Felipe Martínez Soriano y se negaba a aceptar otro. Por ese motivo se le
había suspendido el presupuesto a la UABJO. No obstante el estudiantado,
encabezado por el rector de su elección, se sostenía entre agresiones y
represión oficial. El gobierno se empeñaba en vincularlos con grupos
guerrilleros y con ese pretexto tomaba estudiantes presos y los torturaba.
Algunos
maestros nos llamaron para defender a varios estudiantes que estaban presos y
sujetos a tortura. Fue uno de los casos notables que atendimos en ese tiempo,
pues la lucha se prolongó por varios años con persecución al Dr. Martínez quien
tuvo que salir del estado y estuvo posteriormente preso algunos años.
DESAPARECIDOS
Desde
los años 70s, en el sexenio de Luis Echeverría y en el contexto de la llamada guerra sucia, empezó a darse en México
como una medida de terror gubernamental, la táctica de la “desaparición” de
opositores, además del agravamiento de la tortura por parte del ejército y la
policía como nunca antes. Uno de los estados donde se dio con mayor envergadura
fue el de Guerrero, dado que era un foco de resistencia opositora desde años
atrás.
Intervinimos
en varios casos con poco éxito- nadie lo alcanzaba a pesar de las constantes
denuncias internacionales que se hacían por parte de las organizaciones civiles-.
Llegamos en una ocasión a Chilpancingo, capital de estado, con representantes
de la FIDH. El entonces gobernador Rubén Figueroa se negó a entrevistas, pero
dio facilidades como hacía de común, para que nuestra comisión se entrevistara
con otros funcionarios y hasta prestó vehículos para el transporte. Después
dijo públicamente que no se oponía a tales visitas. “Si se quieren pasear, pues
los paseamos. A ver cuándo se convencen de que los desaparecidos están todos
muertos”.
TROPIEZOS
No
dejábamos de tener tropiezos a veces con los grupos que atendíamos. Había
algunos bastante radicales y debíamos tener cuidado para no caer en sus tácticas.
En una ocasión unos de ellos cuyas quejas habíamos atendido, nos denunciaron la
desaparición de dos de sus integrantes. Enviamos la denuncia a la FIDH y poco
después los dos jóvenes aparecieron. Estaban escondidos. Les reprochamos haber
mentido y respondieron que como movimiento opositor tenían derecho a mentir.
Nosotros no, les contestamos. Y no estamos dispuestos a perder crédito ante la
FIDH y ante la opinión pública.
A
veces trataban de arrastrarnos a acciones políticas como marchas, mítines y
plantones, y no entendían que las organizaciones de derechos humanos deben ser
neutrales políticamente. No pueden comprometerse con ningún grupo político
porque pierden esa neutralidad.
Una
vez unos presos políticos de Oaxaca se pusieron en huelga de hambre y sus
compañeros insistían en que el presidente de la Limeddh y yo debíamos apoyarlos
poniéndonos en huelga de hambre también en la plaza del Zócalo del D.F. Nos
negamos.
Seguir nuestro papel según los lineamientos
internacionales, fue el motivo de nuestra desavenencia con una de las
organizaciones que más atendíamos, Fedomez. Tras algunas veces en que nos
empeñamos en seguir el protocolo que debe llevarse antes de dar a alguien por
desaparecido, llegó una comisión de ellos a las siete de la mañana a mi casa,
que seguía siendo sede de la Limeddh. Venimos por usted para que nos acompañe
con las autoridades de Pachuca. Cuatro de nuestros compañeros están
desaparecidos. ¿Cómo saben que están desaparecidos? Pues porque salieron a
hacer unas pintas por la libertad del Dr. Martínez Soriano y no regresaron. ¿Ya
fueron ustedes a preguntar por ellos a las autoridades? No. Pues primero tienen
que solicitar que se los presenten, y como se sospecha que fueron aprehendidos
por realizar una acción política, si la autoridad los niega, entonces
procedemos a denunciar que los han desaparecido. Sí, dijeron, vamos con la
autoridad pero usted tiene que acompañarnos. La Liga no debe intervenir hasta
tanto no se tenga la certeza de la desaparición. Pues ya traemos los boletos
para que vaya con nosotros. Lo siento, no debo ir. Se disgustaron mucho y no
volvieron con nosotros. Fundaron su propia ong de derechos humanos.
EL LICENCIADO NOSÉQUÉ
La
FIDH tiene como política, ampliar y unificar el trabajo en los países. Mas una
vez reconocido un grupo como filial, sólo se admite otro con el consentimiento
del primero. Y se hace lo posible por que ambos se unifiquen. El licenciado Noséqué
había seguido insistiendo en que su organización perteneciera a la Federación y
trabajara con nosotros, cosa a la que nos negamos.
A
una de nuestras reuniones se presentó una abogada enviada por la FIDH, con el
propósito de que explicáramos por qué nos negábamos a trabajar con ese
individuo. Le contesté de inmediato: Por tres razones: una porque no existe tal
organización. Es solo un membrete. Dos, porque no tiene trabajo en derechos
humanos. Y la tercera porque sabemos, de
fuente muy confiable, que es “oreja” de Gobernación. No volvieron a
insistir. Quien siguió empeñado en introducirse en el área fue dicho Noséqué.
LA ATENCIÓN EN LA SECRETARÍA DE
GOBERNACIÓN
Durante
el sexenio de Miguel de la Madrid, en la Secretaría de Gobernación nos atendía
a los grupos de derechos humanos, el licenciado Ignacio Morales Lechuga, quien
nos daba un trato cordial, digno, y brindaba facilidades para resolver los
casos de posible o par el gobierno, conveniente solución. Como Limeddh nos
brindó atención, aunque creo que hacía lo mismo con todos los grupos. Cuando
recibió a enviados de la FIDH, nos llamó la atención que atendiera las
peticiones de acudir a lugares donde se habían dado violaciones graves a los
derechos humanos y permitiera entrevistas a presos políticos. Nos llamaba la
atención el buen trato, incluso cuando nos acompañaban representantes de la
FIDH, pues sabían bien que se darían a conocer internacionalmente las
violaciones a los derechos humanos que se cometían en México. Aunque entonces
eso no tuviera las repercusiones que tiene en la actualidad.
Una
vez habían tomado preso a un joven, Felipe Canseco, presunto integrante de una
organización oaxaqueña clandestina guerrillerista. Se hizo en el contexto de
una averiguación por el asesinato de dos vigilantes del periódico La Jornada,
por integrantes de esa organización, que habían intentado entregar propaganda. Trataron
de detenerlos y los guerrilleristas les dispararon matándolos. Fue un error
grave porque los vigilantes estaban desarmados. El grupo dio disculpas públicas
pero ya no había remedio. La indignación fue generalizada. Se desató la
persecución y la PGR localizó una casa de seguridad de los guerrilleristas.
Aprehendió a dos mujeres y a Felipe, quien presentó inútil resistencia. Se
llevaron también a tres niños pequeños hijos de las detenidas.
La hermana de
Felipe me habló para que la acompañáramos a Gobernación a pedir entrevistarse
con Felipe, pues temía por él. Solicitamos la entrevista y acudió acompañada
por el Dr. De la Fuente y por mí. Nos condujeron a los separos de la
Procuraduría General de la República (PGR) donde lo tenían detenido. Nos lo
mostraron a través de la cámara de Hessel. El joven llamaba la atención por la firme
dureza de su porte, no parecía un individuo que recién acabara de pasar
tortura. Sin embargo, examinado aparte por el Dr. De la Fuente, constató las
quemadas de cigarro en el cuerpo y en los testículos. Él refirió no haber denunciado a nadie, como
le exigía la policía. Un día después, fui citada en la PGR como testigo de que
se entregarían los niños a sus madres quienes a su vez los turnarían con
parientes. Ambas parecían serenas, pero estaban pálidas, y cuando les di la
mano, las sentí sudorosas y trémulas. También habían pasado tortura.
LA COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS
HUMANOS
Se
iba despertando en la opinión pública nacional e internacional gran inquietud
por las constantes denuncias sobre la materia. El estado de Sinaloa era uno de
los notables por los asesinatos y atropellos cometidos por las fuerzas
represivas gubernamentales. Una conocida abogada, Norma Corona Sapién, junto con
un pequeño grupo, hacía fuertes denuncias y señalamientos de los hechos.
Terminó
el sexenio de De la Madrid y entró a la Presidencia, muy impugnado por fraude
en las elecciones, Carlos Salinas de Gortari. A poco de haber ocupado él la
silla presidencial, una conocida abogada sinaloense, Norma Corona Sapién, que
hacía constantes denuncias sobre la colusión de autoridades con los
narcotraficantes, fue asesinada por el jefe de la policía de Sinaloa. A Salinas
le interesaba quedar bien. Tras el escándalo que se produjo por el hecho, creó
la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y metió a la cárcel al jefe de
la policía de la entidad. Nombró como presidente de la comisión al prestigiado
Dr. Jorge Carpizo Mac Gregor, quien había sido rector de la UNAM. En adelante
la CNDH se encargaría de atender todos los asuntos referentes al área y a las Ong´s
dedicadas a esa tarea. Tuve la suerte de contar con su deferencia extensiva a
nuestra Limeddh, desde las primeras reuniones a las que convocó a las Ong´s. Por
ahí apareció el licenciado Noséqué con su misión de infiltrarse en derechos
humanos. En cambio él le cayó mal desde el principio al presidente de la CNDH. A
una pregunta impertinente de Noséqué, contestó con una reprimenda bastante
severa, para mí hasta algo desproporcionada.
A
otra de las reuniones de la CNDH llegué a tiempo de colocarme junto a la
cabecera de la mesa ante la cual nos sentábamos. Llegó el presidente y se sentó
en la cabecera, como era su lugar. Tras un breve receso, volvimos a la mesa y Noséqué
se adelantó a colocarse junto a la cabecera. Entonces yo me senté en el otro
extremo. Entró el Dr. Carpizo, y al verlo, se sentó junto a mí.
La
CNDH jugó papel de mediadora entre el gobierno y las Ong’s, aunque estaba
limitada; pero ayudó a resolver algunos casos. Si no pudo erradicarse la
tortura, por lo menos comenzó a verse como un delito grave y a denunciarse,
consiguiéndose a veces sancionar a los responsables; pero se ha hecho
conciencia al respecto, ya no se considera por parte de la población como forma
“normal” de conducirse de la policía.
De
otra parte empezó a valorizarse el papel de los defensores de los derechos
humanos hasta llegar a los tiempos actuales, cuando además de la FIDH existen
otros organismos internacionales como Human Right’s Watch y Amnistía
Internacional, y la propia ONU tiene un sector dedicado a la vigilancia de los
derechos humanos en el mundo.
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Laura Bolaños Cadena
Es nativa del Distrito Federal. Aprendió a leer a los tres años. A los siete, escribió su primer poema e hizo el primer dibujo que llamó la atención. Realizó estudios en la Escuela Libre de Arte y Publicidad. Participó en talleres de poesía y arte dramático, e hizo diplomado de Política Internacional. Sus actividades se centraron en ONG de derechos humanos, y de la mujer y el niño, así como de solidaridad internacional. Es autora del libro Chiapas, los indios de verdad; de comentarios poéticos a cinco libros de ilustraciones de su hijo, Sergio Carrera, y de presentaciones poéticas a libros de arte. Es autora también de cinco obras de teatro infantil para guiñol y actores, que han sido representadas en Cuba y Nicaragua. En este último país, alcanzó el segundo lugar en un concurso nacional, con una de esas obras. Su actividad más constante como escritora ha sido en el terreno periodístico, como analista política. Ha publicado artículos editoriales y reportajes en diferentes diarios y revistas, entre ellos El Universal y El Gráfico, durante veinte años. Colabora actualmente en la revista Quehacer Político y en el diario México Hoy. Ha participado en numerosas conferencias y congresos internacionales. Su viaje más reciente la llevó a Vietnam, donde asistió como invitada a la conferencia “Vietnam en el siglo XX”. Tiene escritas dos novelas y un ensayo, de próxima publicación. Es también pintora aficionada.
http://www.edlumen.net/index.php…
Es nativa del Distrito Federal. Aprendió a leer a los tres años. A los siete, escribió su primer poema e hizo el primer dibujo que llamó la atención. Realizó estudios en la Escuela Libre de Arte y Publicidad. Participó en talleres de poesía y arte dramático, e hizo diplomado de Política Internacional. Sus actividades se centraron en ONG de derechos humanos, y de la mujer y el niño, así como de solidaridad internacional. Es autora del libro Chiapas, los indios de verdad; de comentarios poéticos a cinco libros de ilustraciones de su hijo, Sergio Carrera, y de presentaciones poéticas a libros de arte. Es autora también de cinco obras de teatro infantil para guiñol y actores, que han sido representadas en Cuba y Nicaragua. En este último país, alcanzó el segundo lugar en un concurso nacional, con una de esas obras. Su actividad más constante como escritora ha sido en el terreno periodístico, como analista política. Ha publicado artículos editoriales y reportajes en diferentes diarios y revistas, entre ellos El Universal y El Gráfico, durante veinte años. Colabora actualmente en la revista Quehacer Político y en el diario México Hoy. Ha participado en numerosas conferencias y congresos internacionales. Su viaje más reciente la llevó a Vietnam, donde asistió como invitada a la conferencia “Vietnam en el siglo XX”. Tiene escritas dos novelas y un ensayo, de próxima publicación. Es también pintora aficionada.
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